Introducción

El Antiguo Testamento, al igual que toda la Biblia, reconoce en su origen una auténtica experiencia religiosa.  Dios se reveló al pueblo de Israel en la realidad de su historia, y lo hizo como el Dios único, Creador y Señor del universo y de la historia, no asimilable a ninguna otra experiencia humana ni identificable con ninguna imagen hecha por los hombres.  Dios es el Autor de la vida, el Creador de la existencia de todos los seres; y es un Dios salvador, que siempre está al lado de su pueblo, pero que no se deja manipular por él; que impone obligaciones morales y sociales, que no se deja sobornar, que protege a los débiles y ama la justicia.  Es un Dios que se acerca al pueblo, especialmente en el culto; un Dios perdonador, que quiere que el pecador viva, pero que juzga con justicia y castiga la maldad. (Introducción de la Versión de la Biblia Reina-Valera (1995) pág.13)

De las ideas y el lenguaje del Antiguo Testamento están profundamente penetrados los escritos del Nuevo Testamento, en cuyo trasfondo se halla siempre presente el Dios del Antiguo Testamento, el Padre de Jesucristo, en quien él revela definitivamente su amor y su voluntad salvadora para todo aquel que lo acepta por la fe.

Si hay un Dios, es razonable creer que él habrá ideado algún medio de hablarnos de sí mismo.  Creemos que la Biblia es la revelación de Dios al hombre, y que en ella vemos revelado el carácter de Dios.  Si permitimos que esta palabra de Dios llene nuestra mente, una nueva criatura se forma dentro de nosotros, la cual tiene las características de Dios (Santiago 1:18; 2 Corintios 5:17).  Por lo tanto, mientras más nos entregamos a la palabra de Dios, y aplicamos las lecciones en nosotros mismos, más nos haremos “conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29), quien fue en carácter la imagen perfecta de Dios (Colosenses 1:15).  En esto reside el valor de estudiar las partes históricas de la Biblia; están llenas de ejemplos de cómo Dios ha tratado con hombres y naciones, mostrando siempre las mismas características básicas.

En hebreo y griego el nombre de una persona a menudo reflejaba su carácter y/o información sobre ella. Algunos claros ejemplos:

“Eva” = “Viviente”, “…por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20).

“Abraham” = “Padre de una gran multitud”, “…porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes” (Génesis 17:5).

“Simeón” = “Oyendo”, “por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste” (Génesis 29:33).

“Jesús”, forma griega (lo mismo que Josué) del hebreo Yeshua o Yehoshua = “el Señor salva”, “…porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

Es de esperar que una investigación de los nombres y títulos de Dios nos dará mucha información de él.  Una mayor apreciación del carácter de Dios, según se expresa en su nombre, es algo que debería continuar durante toda nuestra vida en el Señor.  Lo que va a continuación son los primeros pasos en el estudio.

Doy gracias a Dios por el apoyo que he recibido de mi hermano en la fe, Jorge Pazmiño, de la iglesia en Quito, Ecuador.

 

Hermano Guillermo Rawson (agosto 2007, España)

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